miércoles, 12 de diciembre de 2018

Ciudades Latinoamericanas: Imágenes de la Segregación y Realidades Desiguales

Por, Carlos Fidel, profesor de la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina.
Para elpais.com
5 de Julio, 2015






La persistencia de las desigualdades en América Latina

Las ciudades fueron transformándose y acentuando su relevancia en el mundo occidental.

El mapa urbano de América Latina está en permanente mutación, aumenta su extensión y gravitación relativa, a la par que varían las formas de gobernar, administrar y participar de los ciudadanos. El despliegue de nuevas tecnologías desarrolla innovaciones digitales que transforman las redes y los dispositivos que inciden en la configuración y diseño de la trama urbana de amplias zonas. Tal es el caso de los usos del suelo, circuitos de tránsito y de los procesos de construcción, produciendo formas de ciudad en el que operan agentes que se apropian de las “ganancias extraordinarias localizadas”, al tiempo en que se generan nuevos modos de segregación que, muchas veces, se suman a las existentes.

Los ejes del poder capital/trabajo se asentaron interactuando y moldeando el territorio, prendiendo sus signos en todas las formas donde fluían las nacientes relaciones sociales que se transmutaron y desarrollaron a lo largo del tiempo en las superficies del mundo. 

Dicha forma concreta de producción, circulación y consumo de bienes y servicios se proyectó en el presente, borrando significaciones del pasado y penetrando en los imaginarios de los paradigmas futuros. Cruzando los cánones de la disposición política, cultural y los soportes de los centros del poder, irradió su modo de organizar los usos del espacio moldeando las tecnologías y estilos de vida rural/urbana. 

En este escenario los grupos de dominio estrecharon y concentraron los vínculos entre los capitales, atravesados por las negociaciones, los enfrentamientos y las tensiones de la lucha por el poder. Los capitales se expandieron y ampliaron incesantemente la acumulación de objetos, transformándolos incesantemente en “mercancías”. Las luchas por la apropiación entre las clases sociales y los aparatos político-estatales fueron el contexto de expansión y opresión. Las sedes imperiales más poderosas tendieron a expandirse y disputarse sus dominios a escala mundial, incluyendo la geografía americana. Esa amplia área fue rápidamente dividida bajo las órbitas de influencia manejadas por pocos centros dominantes y extendiendo la ocupación y producción de los espacios urbanos. 

En los territorios urbanos se fueron concentrando los habitantes, de modo tal que, en la actualidad, el 54% de la población mundial total se localiza en suelos de uso urbano. La tendencia es que esta dinámica seguirá en aumento y que, en el año 2050, llegará al 66%, según datos de la ONU. Hoy, Asia concentra el 53% de la población urbana mundial, seguida por el continente Europeo con el 14% y América Latina y el Caribe con el 13%.

Entre los años 1990 y 2014 el mundo ha pasado de 10 megaciudades con más de 10 millones de habitantes, a 28. Se estima que para 2030 habrá 41 ciudades con más de diez millones de habitantes. Además, casi la mitad de los 3.900 millones de habitantes urbanos actuales residen en áreas urbanas con menos de medio millón de habitantes.

En la actualidad, en América Latina y el Caribe, aproximadamente 80% de su población (cerca de 468 millones de personas) viven en áreas urbanas, la mitad de ellas reside en ciudades de menos de 500 mil habitantes. Más de 111 millones de latinoamericanos viven en viviendas degradadas, sobreutilizadas y en zonas suburbanizadas. Ese segmento representa el 24% de la población total urbana en la región, la cual sufre graves problemas de acceso al agua y al saneamiento.

Segregación y desigualdad urbana

En la literatura especializada el término “segregación” remite a la proximidad espacial donde se localizan las unidades familiares que son parte de un mismo segmento social y/o la distancia con otros grupos étnicos o socio-económicos. El concepto se utiliza para identificar a los grupos más pobres así como a los que más poseen. Estos últimos tienden a auto-segregarse, en muchos casos como forma de mostrar su poder patrimonial, viviendo en zonas exclusivas donde solo pueden acceder las personas de grandes fortunas. En otros casos, sectores medios se localizan en terrenos cerrados, “imitando” las conductas de los segmentos que concentran las riquezas de la sociedad.

Así, como señala Martha Schteingart, es posible diferenciar entre las formas de “segregación pasivas”, es decir que derivan de rechazos sociales y económicos a los más pobres, de las formas de “segregación activa”, que emerge en los comportamientos de aislamiento de los sectores más poderosos. Estas modalidades de segregación son expresiones de la desigualdad patrimonial, cultural y simbólica que imperan en las sociedades urbanas latinoamericanas. una de cuyas formas de reproducción son el uso y la tenencia del suelo urbano. 

El suelo y el marco construido

En los últimos tiempos, uno de los fenómenos que más afecta a los habitantes de las ciudades es la incesante oscilación hacia la suba o a la baja relativa de los precios de los metros cuadrados del suelo urbano. Esa modificación de la estructura del suelo y edificaciones registra la intervención de agentes de producción y comercialización del mercado inmobiliario que suelen ser una extensión de grupos económicos y, en muchos casos, provienen de extensiones de sociedades que operan en las esferas financieras transnacionales.

Otro hecho es el alto ritmo y nivel de construcción de marcos edificados en “cercadas franjas urbanas”, dedicados a distintos usos que agrietan la mancha urbana, estropean el ambiente y obturan la comunicación; distorsionando la distancia real y simbólica entre los distintos segmentos de los habitantes de la ciudad.

En el proceso constructivo juegan los entramados de las variaciones del empleo de fuerza de trabajo y de las tecnologías en la edificación, con permanentes alteraciones en tipos y precios de los materiales e insumos en el sector de la construcción. 

Considerando el ínfimo y caro crédito público y privado destinado a la adquisición de viviendas, en América Latina, la situación se torna más problemática para los usuarios de vivienda destinada a las clases medias y medias bajas, siendo aún más grave en las clases populares.

Mientras las carencias habitacionales se expanden en muchas ciudades, en las urbes que se destinan para la recreación o el turismo, hay sobrantes de viviendas y espacios de alta categoría constructiva sin ocupación ni utilidad la mayor parte del año. Así, se evidencia una disposición edificada que expresa la virulenta contradicción entre la superabundancia de la capacidad construida instalada y las agudas insuficiencias de la utilizada.

La escasa planificación y las debilidades de las políticas estatales fueron dando lugar a espacios públicos que privilegian el uso del automóvil individual, en detrimento del acceso al transporte colectivo que mantiene o refuerza la segregación social y espacial, incrementa la contaminación ambiental y despilfarra las fuentes de energía natural no reproducible. A la vez, el despliegue de nuevas tecnologías desarrolla innovaciones digitales que transforman las redes y los dispositivos que inciden en la configuración y diseño de la trama urbana de amplias zonas. En las últimas décadas se registró un fuerte cambio en el que irrumpieron fisuras que atravesaron la morfología segregada, modificaciones que continúan hoy día, profundizando la alteración y desigualdad de la distribución del acceso al suelo, a la vivienda y al uso de la ciudad.





Regeneración y vestigios


Uno de los rasgos más característicos que se derivan del apartado precedente es que las urbes están marcadas por la profunda diferenciación que existe entre ellas; al tiempo que internamente son atravesadas por complejas y variadas diferencias en la hechura arquitectónica, los rasgos culturales y políticos, las utilidades del suelo urbano, los modos y las formas constructivas, acoplados a los entornos ambientales que van cambiando en las distintas ciudades.

Cruzado con los anteriores aspectos, otro eje analítico ineludible es el modelo de política económico-social que predomina a nivel macro, que demarca los tipos de estructura de ciudad: la extensión de la pobreza, la localización concentrada de la opulencia de edificios y de los automotores que circulan por sus calles: un estilo de modelo social-económico sostenido en estrategias de gobierno que van demarcando los grados de separaciones que segregan en zonas diferenciadas a los habitantes. 

En este marco, podemos distinguir a los países que aplican estilos de políticas gubernamentales ortodoxas y tradicionales, frente a nuevas tendencias con enfoques que tienden a sociedades urbanas más igualitarias con aperturas participativas de la población.

Fisuras conflictivas o violentas

Uno de los rasgos que asemeja a las ciudades latinoamericanas es la presencia de diversas formas de violencia que se ejercen cotidianamente contra las mujeres; las que deben prestar un tributo especial para residir en las ciudades. En un contexto en el que persiste la violencia de género, hay manifestaciones recurrentes de carácter sangriento, siendo notable que gran parte tiene un fuerte contenido sexual.

Otro factor que refuerza las fracturas que atraviesan intensamente muchas de las urbes latinoamericanas son las oleadas de miedo que se instalan en los habitantes, olas provenientes de niveles de violencia e inseguridad reales o ficticios, muchas veces replicados por los medios de comunicación. En las urbes latinoamericanas es clave la falta de una política de seguridad ciudadana, además de políticas públicas locales basadas en una estrategia participativa y democrática con el objeto de prevenir y atender las necesidades fundamentales de un amplio conjunto de la población, buena parte de ellos olvidados de los derechos civiles.

Otra aguda problemática vinculada a la violencia y a la inseguridad proviene de los estrechos y engañosos acuerdos que se establecen entre camarillas organizadas y fracciones del poder tanto públicas como privadas. Esos acuerdos son el marco que propicia y encuadra el crimen ampliado: el tráfico de personas, así como el de armas y productos prohibidos; transgresiones que desbordan el espacio de las ciudades latinoamericanas. 

Estas uniones de agrupaciones ilegales se mueven extendiéndose hacia los sitios ocultos de los sótanos urbanos, pactando con otros núcleos similares de otras regiones cercanas y de otros países. En general, derivan sus ganancias y basan su estabilidad en negocios lícitos. Uno de los sectores preferidos para incorporar a la legalidad el dinero de origen ilegal es el sector de la construcción y el mercado inmobiliario, porque la dinámica de los agentes y las modalidades comerciales y financieras permiten inflar u oscurecer los orígenes y las reales cantidades de los fondos que se destinan a dichas actividades.

La creciente gravedad de los hechos con las consecuencias violentas que conlleva exige la pronta aplicación de esfuerzos y el diseño de estrategias rápidas, inteligentes y participativas que coordinen a todos los niveles de gobierno y convoquen al conjunto de la población, para llevar a cabo acciones de prevención efectivas e integradoras.

Conclusiones y reflexiones

Las ciudades latinoamericanas transitan tiempos de cambio.

Con el riesgo de simplificar o esquematizar excesivamente, por un lado, se observa una tendencia al predominio de gobiernos locales que llevan a cabo políticas de corte neoliberal, propiciando así la disminución de la intervención y la regulación gubernamental, acompañada por la privatización de los servicios colectivos rentables y delegando las acciones inmobiliarias a los agentes del mercado, lo que produce una transferencia de los sobrantes monetarios hacia las zonas habitadas por los sectores de mayores ingresos. Todo esto agudiza la segregación del uso y la circulación del espacio urbano, conformando ciudades atravesadas por la polarización y la exclusión social.

Por otro lado, América Latina también es uno de los escenarios privilegiados para el desarrollo de políticas heterodoxas, inspiradas en los “Estados del Bienestar” de la segunda mitad del siglo pasado y nacidas de una matriz de pensamiento neo-keynesiana. Esos gobiernos colocan en el centro de sus acciones un fuerte acento en las cuestiones sociales, en el desafío de disminuir la pobreza, mejorar el empleo, ampliar los derechos de los ciudadanos y promover una mejor distribución de la riqueza. 

En este contexto, las ciudades adoptan políticas para avanzar progresivamente en la disminución de los múltiples factores que se acoplan potenciando la segregación, al tiempo que tienden a unir a los habitantes en el uso del espacio. Generan así una progresiva igualación en los niveles de distribución de los ingresos, gracias a la aplicación de iniciativas públicas o privadas que mejoran las condiciones de vida de los segmentos desposeídos, modificando las inserciones en el aparato productivo y ampliando los accesos a la educación en tanto determinantes de la igualdad y la integración social.

Estos nuevos escenarios sociales de las ciudades latinoamericanas van ampliando los derechos y creando ciudadanía sobre la base de formas participativas y democráticas de los gobiernos locales; diseñando políticas que buscan sistemas igualitarios de géneros y enfrentando las diversas violencias contra las mujeres en los ámbitos urbanos.

Uno de los ejes centrales de los gobiernos locales progresistas se concentra hoy en la elaboración planes integrales y participativos, que buscan crear ensambles estables entre actores académicos, especialistas, gubernamentales y la conjunto de la población, diseñando estrategias efectivas de acción que desarrollen mejores condiciones de vida en ciudades edificadas sobre la justicia social y la igualdad.

En las urbes latinoamericanas hay mucho por transformar. Las tareas son arduas y complejas si lo que aspiramos es a abordar, con decisión política, desigualdades sociales crónicas; si queremos abolir de manera definitiva la asimétricas distribución de oportunidades y beneficios entre ricos y pobres; si queremos combatir las persistentes formas de violencia de género, las causas de la contaminación ambiental, las carencias alimentarias y educativas, las de transporte y seguridad, el déficit habitacional y los estructurales problemas de saneamiento. De esto dependerá que las ciudades latinoamericanas dejen de ser el espejo en el que se refleja una realidad de segregación, abandono e injusticia.




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